¿Volar mientras podamos?
Como los cambios en la aviación nos han hecho adaptarnos, pero ¿podremos con el que viene?
Para ser alguien que empezó a volar apenas a los 28 años, la aviación siempre ha sido un tema que me da miedo y fascinación a partes iguales. No tanto como las armas de fuego, eso sí que admiro de lejos. Otro día les hablaré de eso. Por ahora concentrémonos en la forma favorita de todos de incluir algo interesante en su personalidad: viajar volando.
Hoy quiero hablarles de algo que me ha inquietado bastante desde que he comenzado a viajar, sobre el futuro de los viajes comerciales y porqué pueden llegar a cambiar como los conocemos. Pero antes, veamos los casos en los que ya los han obligado a cambiar como contexto.
¿Cómo era volar hace casi 100 años?
“La aviación comercial nunca será un éxito porque nadie hará tantos aeropuertos.” - Algún pringado hace 100 años.
La industria aeronáutica bebió de las innovaciones de la post-guerra, tanto de los avances generados por aliados y enemigos, en una carrera sin fin para asegurarse la superioridad aérea en el conflicto. Por eso, cuesta un poco dejar nuestra percepción de que los aviones han sido como han sido desde hace mucho tiempo, lo cual no es así.
En la década de los años 50, Europa presentó al mundo lo vuelos comerciales con motores de jet. Los primeros de su generación, los maravillosos Havillan DH 106 Comet británicos, Tipolev Tu-104 ruso o el Sud Aviation SE 210 Caravelle francés. Aviones con motores de combustión interna que quemaban gasolina al pasar cantidades increíbles de aire presurizado (y estoy simplificando muchísimo el proceso), podían volar más lejos, rápido y más alto que los viejos aviones de hélices.
Lástima que toda esa ventaja competitiva se perdió en la década siguiente, porque a partir de entonces, la necesidad de vuelos comerciales trasatlánticos hizo que todos volaran aviones americanos. Boeing , Lockheed y McDonnell Douglas no solo estaban dando pasos agigantados gracias a su experiencia por la guerra, sino por su estrecha colaboración con la NASA para llevar al hombre a la luna. Mucha de la tecnología de las misiones Apollo vive en los vuelos que tomas todos en 2023. Para finales de los años 60, ya la mayoría de los aviones en construcción, el 80% eran americanos.
¿La respuesta de Europa? El proyecto Concorde, que sí recordarán, era la primera generación de aeronaves comerciales supersónicas. Prometían viajes de París a Nueva York en pocas horas. El problema era que los usuarios, sí tenían que escoger, irían por lo menos obvio en su época: volar más barato y no más rápido.
Cuando las aerolíneas se dieron cuenta que hacer que los viajes en avión fueran algo meramente aspiracional para la mayoría de los mortales, un placer que solo los ricos y famosos pudieran darse, era contraproducente por un mero tema capitalista: es un mercado horrendamente pequeño para lo costoso qué es.
Y no fue aquí cuando nació Wingo ni Spirit ni Southwest, lo que sí nació fue la siguiente generación de aeronaves más ligeras, eficientes y con más alcance que antes. Los precios de los boletos comenzaron a bajar. Se comenzó a democratizar los viajes. Los cielos se llenaron de vuelos y la demanda de destinos simplemente no paró de crecer. Hasta que todo cambió de nuevo.
Tres vuelos que nunca llegaron a su destino original.
Recuerdo estar sentado junto con mi hermano en una pequeña silla plástica. El teléfono de casa de mi amigo de la escuela comenzó a sonar. Su mamá levantó el teléfono sin quitar la vista del televisor. No recuerdo que dijo pero los tres niños seguíamos viendo las noticias como si de un programa de ficción se tratase.
—Gemelos, su mamá dice que deben regresar a la casa, Marco los acompaña hasta la entrada.
—¿Por qué? ¿Qué pasó? —Preguntamos.
—Solo me dijo que fueran, no se preocupen, todo está bien.
La mamá de Marco Vinicio solo nos abrazó y le dirigió un gesto a su hijo para que se pusiera sus zapatos para acompañarnos a la entrada de nuestra urbanización. En el camino, Marco iba en silencio.
—¿Qué pasó con toda esa gente? -Preguntó José.
—Seguro ya no estaban ahí, los bomberos fijo llegaron. -Respondí yo.
—Los aviones que voy a ver con mi papá al aeropuerto no aterrizan en edificios… —Dijo al fin Marco deteniéndose.
Mi madre ya estaba en la entrada de la urbanización esperándonos con su delantal aún puesto y comenzó a llamarnos. Marco, nuestro amigo del barrio humilde nos miró aún asustado para despedirse. Salió corriendo a casa mientras yo volteaba a verle con la mano de mi mamá agarrada con la mía. Todo iba a estar bien.
Era bastante joven para entenderlo, pero las imágenes de edificios en llamas, gente tirándose de la parte superior por desesperación y los impactos, no solo cambió el mundo, sino la percepción de seguridad que teníamos. Crecí en un mundo donde los controles de seguridad y el miedo constante convirtieron en lo que era algo placentero o de trámite, en toda una paranoia.
Ahora es algo que está tan intrínseco dentro de la cultura popular, que ya lo vemos como normal y fluimos con el resto. ¿Pero lo haremos con el siguiente gran cambio? Creo que es más complejo de lo que parece.
El clima nos va a mantener en el suelo… ¿o no?
Si tienes muchos más años que yo viajando de manera regular, ojalá desde la década de los años 80, habrás notado que los viajes que realizas cada vez son menos tranquilos. Y no me refiero a que el vecino del asiento del lado pose su cabeza en tu hombro o que el espacio entre asientos sea más corto. Hablo de las turbulencias en cielos despejados.
Si nunca has volado, tal vez imagines que atravesar una nube debe sentirse como pasar a través de un algodón de azúcar. No, lo siento, es lo peor. Pero es algo con lo que lidias tranquilamente. Después de todo, siempre has estado convencido que la turbulencia es un proceso normal, especialmente en tormentas, al atravesar campos nubosos o pasar sobre cordilleras que empujan el aire hacia arriba. Además, posiblemente ya sepas que los aviones comerciales viajan a altitudes superiores donde hay menos turbulencia y que al estar construidos de materiales flexibles, es poco probable que se parta en dos, no importa que tan fuerte sea la sacudida.
Todo eso hacía mucho sentido con los aviones de hace 30-40 años con el clima de esa época. Ahora tenemos aviones más viejos, no diseñados para el clima futuro. Por lo que creo que el viaje se va a poner un poco “trambólico” (subir y bajar).
Una de las consecuencias de las que no se habla mucho del cambio climático, es el aumento significativo de las turbulencias. Cada vez más duraderas y violentas, especialmente en vuelos trasatlánticos y en cielos despejados. Ejemplos como el vuelo de Moscú a Bankok en Tailandia en 2017 con heridos graves o el más reciente en 2022 con el vuelo de Hawaiian Airlines que dejó 36 personas hospitalizadas, por una turbulencia severa de 15 minutos de duración ininterrumpida y daños graves en la infraestructura interna del avión, nos lleva a pensar que no son solo casos aislados.
¿Va esto a evitar que volemos en el futuro?
No. O por lo menos no lo sabemos a ciencia cierta. Y no porque los aviones se vayan a caer por la turbulencia, sino porque puede llegar a hacer que vuelos de varias horas, sean simplemente muy difíciles de tolerar. Imagina tratar de dormir en un vuelo de 11 horas hacia Europa donde 3/4 partes del viaje sean turbulencia severa. Hay muy pocas drogas capaces de hacerte dormir en tales condiciones, aunque existen otras que pueden hacerte disfrutar semejante montaña rusa.
No quiero ser pesimista, porque si en algo somos buenos los humanos en no saber predecir el futuro. Por lo que quiero recalcar que no todo está perdido. Como mencioné antes, los fabricantes le deben mucho de sus avances a la NASA (que más que una agencia espacial, es también una agencia climática). El hecho que volemos en vientos turbulentos en esta década no quiere decir que vayamos a seguir haciéndolo en los mismos aviones.
Por eso Boeing y la NASA, ya se encuentra trabajando en la próxima generación de aeronaves con un diseño de alas mejoradas, más eficientes y robustas. Comenzarán con el primer prototipo en 2028 y esperan ya tenerlos en uso comercial para 2030.
¿Entonces aconsejas volar mientras podamos? No desde la urgencia, sino desde la responsabilidad. Entendiendo que lo que hemos hecho como humanidad en los últimos 60 años, nos va a traer una serie de consecuencias con las que debemos aprender a lidiar. Yo sé que viajaré menos en el futuro, no solo por la turbulencia, sino por decisión propia.
El próximo cambio que vivirá la aviación podemos todavía mitigarlo, y si no hacemos algo, volar será un dolor de cabeza más del que ya es.
Gracias por estar aquí una vez más. ¿Cuéntame que es lo que más miedo te da de volar? ¿O qué es lo más fastidioso de hacerlo? Responde a este email o déjame un comentario en Substack.
En mi caso, odio cuando sé que ya estoy entrando a Costa Rica porque empieza la turbulencia típica que provoca la Cordillera de Talamanca. Es mi indicativo que faltan 20 minutos para aterrizar.
Por ahora eso sería todo, hasta dentro de 15 días, Mal Turista.